domingo, 23 de noviembre de 2014

Las patillas engrinchadas

Las patillas engrinchadas 

Las historias o cuentos de camino empiezan así: cuando Juan parranda se disponía a irse a su casa, en una noche solitaria, silenciosa y oscura, a punto de empezar a llover, en una zona con muy poco tránsito peatonal, luego de una noche de tragos, de parranda con amigos, de una bulla fiestera, en que el sentido de la audición, tuvo que adaptarse de golpe al silencio de la noche, con la respiración agitada por el caminar de la distancia, con el sonido nítido de cada pisada, trastabillando de vez en cuando, agarrado la pared en ocasiones, cruzando la carretera viendo a los lados de forma rígida y ridícula, haciéndolo de forma rápida, dos pasos para adelante, uno para atrás, un apuradito y brinco hacia la acera del frente, un camino conocido, que a medida que fue pasando, empezó a lloviznar, una llovizna fría y que se hacía cada vez mas fuerte y viscosa a lo lejos; potente sueño y pensamientos de una persona miedosa, caminando cada vez más rápido en lo que se podía, silencio con lluvia y ruidos fuertes sobre las casas, sobre un pedazo de metal en el piso, un ruido que atormentaba, era el cerrar de ventanas en casas, empezó a llover mas duro; empapado hasta el tuétano, parado debajo de un techo, resguardándose de "no mojarse" los pensamientos cada vez mas continuos, "que mala suerte con este palo de agua" "con este sueño" ¡de repente ! Un silbido a lo lejos...otra vez...otro silbido mas cerca; con los pelos de las patillas de punta, echó a correr por su camino, duro, sin ver a los lados, asustado, pensamientos en la cabeza tormentosos que se torcieron e imaginaron de todo en el momento, unas pisadas en los charcos muy fuertes, ¡eran dos pisadas a la vez! una corrida con la mirada hacia detrás, un ser venía corriendo en su dirección, chapoteando charcos con una fuerza enorme; con los pelos de punta corrió lo mas duro que pudo, la piel de gallina, ya ni la lluvia molestaba, se escuchaba el silbido mas cerca que nunca, espeluznante, la pea salió como un espíritu del cuerpo, todo era correr y salvarse en ese momento del ¡silbón!,  llegó el cansancio extremo y cayó de rodillas en el piso, todo mojado y encharcado, cerró los ojos con las manos en la cabeza, como cubriéndose de algo que le van  a pegar. Los pasos se frenaron en el charco, justo detrás de el y lo que se escuchaba era un Padre nuestro sin pies ni cabeza, a máxima velocidad, versión mix, con un grito entre tembloroso y lloroso, el ser lo agarró por la parte trasera de la camisa y lo subió con fuerzas, ¡no me mates señor silbón! ¡Que silbón, ni que silbón! Quítate los zapatos, esto es un atraco, inmediatamente llegó el compañero que estaba silbando, este loco si corre duro. Cuchillo en mano, le quitaron sus zapatos marca OP (Océan Pacific), también una correa con hebilla sebago y no le quitaron los pantalones porque estaban mojados de lluvia y meados (las malas lenguas de los amigos dicen que hasta hecho pupú); no le quitaron ni celular ni mas nada, porque en esa época no existía tal tecnología, ni móviles, ni pistolas, hasta los atracos eran estilo vieja escuela, un cuchillo y su respectiva patada por el trasero (que mal, pero era así). Esta es una historia urbana que ocurrió en realidad en San Cristóbal, un sitio  muy enriquecido en cuanto a sus leyendas, son muy creyentes de cualquier cuento o cacho de camino e historias de ellos mismos. Yo, Jason corre que me encantan esos cuentos, era uno de esos parranderos que se encontraba en esa fiesta esa noche; recuerdo la necedad de ese amigo querido de irse a esa hora a su casa, por lo que le tocó  ser protagonista y para  su mayor mala suerte, yo el narrador, un poco exagerado, les cuento la historia, pero, eso es lo sabroso de la libertad de narración. Por los días de los días, seguiré contando entre risas con mis amigos  lo de este protagonista que vio a el Silbón que descubrió la modernidad y como lo digo yo, desde que llegó la luz al monte, el silbón es rapero y la sayona trabaja en un ciber café; que rico se vive la cultura e inocencia de cada pueblo de mi lindo país, cada historia del verdadero folclor venezolano es espectacular. Les recomiendo como un venezolano que le gusta este tipo de cuentos, que desde niño en Maracay en casa de mis abuelos Antonio y Regina escuchaba con el sonido del acetato estos cuentos de espanto y brinco, que se rebusquen y oigan estas historias, la sayona, el silbón, Juan machete, el carretón perdido y para los que corren en el Ávila, la historia del doctor kanoche y cualquier otra que encuentren. Es preferible acostarse con el miedo a los personajes de nuestras tradiciones, que las vivencias producto de la  cruda realidad de nuestra actualidad. Dulces sueños.




Coge consejo y llega a viejo

Constantemente las leyendas llaneras adquieren nuevos matices y alcance en los cuales las personas, los seres del más allá, las ánimas, los santos y los demonios hacen las más curiosas jugarretas y siembran su huella de espejismo. Es un asunto serio y profundo, porque su perfil está en el ancestro, por ello cada quien goza de la libertad de recrearla a su manera, de enriquecerla con trazos de su espiritualidad, tal como ocurre con otros temas trascendentales: el amor, el destino y la muerte. Quién no ha inventado su historia.

Recuerde que el Llano es un hábito de vida, es una tradición. La Llanura es territorio de los soñadores, de los hombres y mujeres trasnochantes que vuelcan en palabras los asombrosos espantos que asolan pueblos y campos, también, los ríos poblados de animales y peces increíbles, los montes donde las fieras conviven con las fábulas del jinete arreador de ganado. En todo caso, usted ya está advertido y está solo... 

Isaías Medina López.


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